Niñas en clase con mascarilla

Aulas hospitalarias: la educación como derecho y como cuidado

Itziar y Gorosti son las profesoras del Aula Hospitalaria del Hospital Universitario Cruces de Bizkaia. Su aula está en la quinta planta del hospital, la de Pediatría. Pero también en cada habitación donde un niño o niña ingresado debe permanecer aislado o en el Museo Guggenheim y ABAO, la Ópera de Bilbao, colaboradores del Aula Hospitalaria. Aquí no hay curriculum fijo, todo se adapta cada día en función de cada niño, de las pruebas médicas que necesite o de cómo se encuentra física y emocionalmente. Lo más importante, dicen estas profesoras, es poner al niño en primer lugar. Porque un niño es niño antes que paciente.

Hospital Universitario Tres Cruces

Asegurar la educación en el ámbito hospitalario

Itziar y Gorosti tienen una media de 450 alumnos al año. No es que su clase esté masificada, es que su alumnado son todos los niños y niñas que están ingresados en la planta de Pediatría y de Oncología del Hospital Universitario Cruces de Bizkaia. Algunos pasan allí solo unos días, otros vienen de manera recurrente para seguir tratamientos y los hay que viven largos periodos ingresados. Ser profesoras en un Aula Hospitalaria es una labor educativa diferente.

Las primeras comenzaron a funcionar en España en los años 50, pero fue a lo largo de los años 80 cuando se fueron extendiendo de manera general a todos los hospitales como parte de un proceso de humanización de los centros sanitarios.

El objetivo no es solo responder a las necesidades educativas y de desarrollo del niño o niña hospitalizado, sino introducir un criterio de normalidad en su vida. En este contexto es importante recordar que un niño cuando está ingresado no es solo un paciente. Es, ante todo, un niño.

“Cuando llegué al Aula Hospitalaria me costaba lo de no ver una evolución, pero es que este lugar es diferente”. Itziar, profesora.

Hospital Universitario Cruces

Itziar y Gorosti no tienen un plan de estudios prefijado ni saben con seguridad cómo se va a desarrollar el día con cada uno de sus alumnos. Parte de su labor es continuar con el plan de estudios de los niños que pasan más tiempo ingresados, y para eso se coordinan con sus centros escolares habituales. Para quienes solo están unos días planifican actividades puntuales. Pero una cosa es la teoría y otra la realidad del día a día. “Hay que tener flexibilidad. A veces preparas una actividad y cuando llegas a la habitación tienes que cambiarlo todo. Hoy el niño está bien y mañana no, le duele una mano y no puede utilizarla o tiene que irse a hacer una prueba y tenemos que interrumpir”.

Hasta que comenzó la pandemia una de las dos profesoras daba clase en el aula de la planta de Pediatría a todos los niños y niñas que podían salir de sus habitaciones. La otra profesora atendía a quienes por algún motivo debían permanecer aislados en sus habitaciones.

Desde marzo todo ha cambiado, el aula grupal está vacía y la atención es individual en cada una de las habitaciones.

El arte y la tecnología: aliados en el aula

Desde hace algún tiempo, además de las actividades correspondientes a los planes de estudio habituales, Itziar y Gorosti facilitan otro tipo de talleres que consiguen atravesar las paredes del Hospital de Cruces. A través de la colaboración con el Museo Guggenheim y ABAO, la Ópera de Bilbao, al hospital llegan propuestas creativas sobre las últimas exposiciones y pueden acercarse a los estrenos operísticos de la temporada.

Niño haciendo manualidades

“El arte es no solo una forma de educar, es también una manera de cuidar”.

El arte es no solo una forma de educar, es también una manera de cuidar. A través de los talleres los niños y niñas pueden muchas veces expresarse de una manera más libre. El resultado de estas actividades artísticas se recogen en el blog de CrucesSkola y en su cuenta de Instagram @eskolacruces.

Tanto para las actividades diarias como para algunos de los talleres el uso de la tecnología ha sido clave. Facilita la coordinación con los centros escolares de referencia y permite adaptarse a las necesidades especiales que tienen algunos niños y niñas. “A veces hay niños que no pueden escribir o que usan un escáner visual. Contar con la tecnología adecuada permite que su desarrollo educativo no se detenga”.

Por eso organizaciones como la Asociación Sonrisas ha realizado, como parte de su labor en los hospitales infantiles, la donación de tablets, gafas de realidad virtual con videos educativos y pupitres digitales que facilitan no solo las tareas educativas de los niños y niñas ingresados, sino momentos de juego y ocio.

El cuidado de niños, familias, profesionales sanitarios y educadoras

Itziar y Gorosti no solo se encargan de la educación de los niños y niñas ingresados. Mantienen un contacto diario con los equipos sanitarios y con las familias para poder tener una visión general de cómo están sus alumnos. Atienden la parte educativa, pero también su bienestar físico y emocional. “Nuestro trabajo es fundamental para nosotras, pero no es indispensable. Hay que dejar que los niños y niñas elijan si quieren participar en las actividades. Hay que adaptarse”.

Mujeres del Hospital cruces con mascarillas

“Las madres y los padres son esenciales. Ni nosotras ni el personal sanitario puede cubrir el hueco del cuidador familiar”.

Para los padres y madres, sobre todo de niños con enfermedades más largas y serias, la educación les ofrece la posibilidad de una mirada de futuro. “Muchos sienten que si el niño está estudiando es más amplia la visión de que hay un futuro”. Itziar resalta la gran capacidad que ha visto en estos años en los padres y madres para sobreponerse a sus debilidades y sus miedos para cuidar a sus hijos. “Aunque se estén desmoronando por dentro, mantienen la fortaleza. Creo que es el mayor ejemplo de amor y cuidado. Porque nadie, ni nosotras ni el personal sanitario, puede cubrir el hueco del cuidador familiar”.

Para Itziar y Gorosti es muy importante ser un equipo y que haya, como en su caso, al menos dos personas en este tipo de servicio educativo. La razón no es solo el poder atender adecuadamente a los niños y niñas, también a ellas mismas. “Poder compartir con otra persona todo lo que vivimos a diario me permite tener un equilibrio emocional. Que haya alguien que te entienda y te escuche”.

“Me asusta que hablemos mucho de educación emocional pero no la pongamos en práctica”.

Ni Itziar ni Gorosti recibieron como parte de su formación universitaria una formación específica para atender la educación en un ámbito hospitalario, sin embargo, ambas se han seguido formando en pedagogía terapéutica. Señalan que cada vez vamos a ver cómo las escuelas van a recibir a más niños y niñas con enfermedades. No solo oncológicas, también patologías crónicas como diabetes, niños que han sido prematuros… La enfermedad debe ser tenida en cuenta como un elemento más que puede estar presente en la vida del niño. Y en ese sentido, recuerda Itziar, la formación de los educadores y educadoras aún no está respondiendo adecuadamente. “Me asusta que hablemos mucho de educación emocional pero no la pongamos en práctica”, señala Itziar. Atender el aspecto emocional en el ámbito educativo es una forma de cuidar.

 


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