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“Llevar a mi madre con Alzheimer al centro de día nos ha ayudado a estar mejor a las dos” Ana María, hija y cuidadora

Muchas veces tienes que hacer cosas que son de rutina, como ir al banco, y vas corriendo. En este año me ha cambiado la vida”. La madre de Ana María vive con ella desde hace 8 años, pero fue hace uno cuando empezó a notar que algo no iba bien. Su madre cambiaba cosas de sitio en casa cuando se quedaba sola y después no recordaba que había sido ella, se enfadaba más y empezó a mostrarse desorientada. Ana Mª no quería dejarla sola en casa por las mañanas, pero con su trabajo como profesora y sus hijos estudiando, la logística de cuidados se complicaba. Finalmente solicitaron un programa de respiro familiar y su madre acude de lunes a viernes a un centro de día por las mañanas. Muchas familias como la suya, que cuidan de un familiar dependiente o con discapacidad, necesitan el apoyo y la ayuda de los programas de respiro familiar para conciliar su vida laboral, disponer de tiempo de descanso o para hacer vida social, asegurando los cuidados de su familiar.

“El objetivo es crear un vínculo de calidad y duradero.” José A. Palacios, Fundación Grandes Amigos

La madre de Blanca murió siendo ella una niña y fueron unos tíos suyos quienes se encargaron de cuidarla siendo tan solo un bebé. Con 28 años, Blanca llegó a Madrid desde su pueblo en Asturias a vivir con otra tía suya a la que cuidó hasta que se casó. Después, fue su padre el que se vino a vivir con ella cuando empezó a no poder valerse por sí mismo. Y hasta hace unos años, también cuidó de su marido. “Tengo dos sobrinos por parte de mi marido y otra sobrina de mi hermano. Me llaman y vienen a verme de vez en cuando", explica Blanca. A ellos se suman las visitas de antiguas vecinas y ahora, su cita semanal con Marta, a la que ha conocido a través del programa de voluntariado de la Fundación Grandes Amigos a través de Cuidopía.

"Me gusta que me hable de épocas que no son la mía". Marta es amiga de Blanca, de 93 años.

Si Marta y Blanca quedasen para verse en alguna cafetería o compartiesen el banco en un parque, probablemente muchas personas podrían pensar que son abuela y nieta. Sin embargo, hace unos meses que se conocieron y, a pesar de la diferencia de edad, son grandes amigas. Mientras Blanca se recupera de la caída que sufrió saliendo sola a la calle, el salón de su casa es el espacio donde comparten juntas una tarde a la semana, el tiempo al que Marta se ha comprometido como voluntaria del programa de acompañamiento a personas mayores de la Fundación Grandes Amigos. Un tiempo del que, como indican ambas, disfrutan y aprenden mutuamente.

"Es como si nos hubiésemos conocido de antes". Blanca, 93 años

Blanca acaba de cumplir 93 años. Hace varios años que murió su marido y ella sigue viviendo en la última casa que compartieron en Madrid. Hasta hace un año seguía saliendo a diario a la calle y paseaba por el barrio, pero una caída ha hecho que de momento su casa sea su refugio. Y ha sido allí, en su propia casa, donde ha conocido a la que se ha convertido en una ‘Gran Amiga’ para ella. A Marta y a Blanca les separan varias décadas, pero les une la vida que comparten en cada encuentro. “Es como si nos hubiésemos conocido de antes”, comenta Blanca sobre la relación que han establecido. Marta conoció a través de su trabajo como empleada en Janssen el voluntariado de acompañamiento de la Fundación Grandes Amigos que apoya desde hace unos meses el programa Cuidopía. Desde entonces, Marta visita a Blanca semanalmente en su casa.