Anciana con cuidadora

Pueblos: un lugar donde quedarse, un lugar donde cuidarse

Los pueblos pierden población fundamentalmente porque el trabajo y la formación se encuentran en las ciudades, pero también por la propia evolución de nuestra pirámide poblacional: cada vez hay más personas mayores y menos bebés. La oportunidad para muchos de los entornos rurales está ahora en su capacidad para reforzar los cuidados a su población, como muestra de una seña de identidad basada en la convivencia cercana y como herramienta frente a la despoblación.

Esto es casi como vivir en un pueblo”, se escucha a veces en la ciudad, en una suerte de alegato melancólico por la idiosincrasia del mundo rural. Una frase hecha que, de una u otra forma, casi siempre remite a los cuidados: a una sensación de cercanía con los vecinos o vecinas, a la confianza de pedir un favor en la puerta de al lado o a la familiaridad con las historias de vida del entorno.

Parece que los pueblos aportan más bienestar que las ciudades y, sin embargo y a pesar de sus virtudes, los pueblos siguen perdiendo gente. Solo hay que echar un vistazo a los datos en España: apenas un 15,9% de la población española está censada en municipios rurales y solo el 9,4% de la población habita en municipios rurales de pequeño tamaño (de menos de 5.000 habitantes). Y cuanta menos población se queda, menos servicios se ofrecen a las vecinas que resisten en su localidad y más dificultades para los cuidados: desaparece el consultorio médico, la farmacia, la tienda, el bar… lo que hace que, a la larga, todo el mundo acabe desistiendo por la fuerza en una espiral que está provocando que la esperanza de vida de muchos pueblos sea literalmente la de los años de vida que le quedan a sus últimos habitantes.

Pero, ¿qué ocurre cuando los cuidados se utilizan como herramienta frente a la despoblación?

“Quédate con nosotros”, el proyecto que convirtió Pescueza en una residencia de mayores

Pescueza es uno de esos pequeños núcleos que cada vez iba perdiendo más población. Situado en la provincia de Cáceres, en Extremadura, el 90% de sus 168 habitantes es mayor de 70 años. Dejaron de nacer niños, la escuela se cerró y, familia a familia, las vecinas y vecinos fueron dejando atrás la posibilidad de quedarse en el pueblo. Preocupados por el éxodo cada vez más acusado, un grupo de personas creó la asociación “Amigos de Pescueza” con el objetivo de proponer una iniciativa capaz de retener a la población en el entorno. Así nació “Quédate con nosotros”, un proyecto que incluye diferentes actuaciones en materia de accesibilidad y servicios al ciudadano, que pronto lograría el respaldo del Ayuntamiento y que, 10 años después, ha hecho del pueblo un referente en el cuidado de los mayores desde el mundo rural.

Ancianos en silla de ruedas en un puebloFoto: Amigos de Pescueza.

Queremos que la gente del pueblo se quiera y se pueda quedar en su entorno y para eso hemos hecho que cada persona tenga todo lo que necesita en su día a día; que se cubran sus necesidades básicas, pero también que puedan estar ilusionados con la compañía de los demás, con la huerta, los paseos… con lo que haga falta”, explica Constancio Rodríguez, Presidente de la Asociación Amigos de Pescueza.

En Pescueza hay un pasillo azul que recorre el pueblo y agarraderas en las paredes para apoyarse al caminar. Hay en Pescueza un centro de día siempre abierto para que nadie pase la jornada en soledad no deseada; la mayoría de los vecinos y vecinas tienen un teléfono móvil con un botón rojo donde siempre, las 24 horas del día, les ofrecen ayuda y un coche eléctrico disponible para acercarse donde haga falta.

Una de las claves del proyecto ‘Quedate conmigo’ es que los mayores eligen cómo quieren ser cuidados.

Uno de los elementos clave del proyecto es la capacidad que se ofrece a los mayores para elegir cómo quieren ser cuidados: no se trataba de crear una residencia de cuidados a la que adaptarse, sino de adaptar la residencia a la vida de las personas. En Pescueza los mayores pueden comer en casa o echar el postre y el café en el centro de día, y lo mismo con el sueño: cuando ya no quieren dormir solos en sus hogares, la residencia cuenta con plazas para los vecinos que lo soliciten. “Les ayudamos a mantener las casas limpias para que las casas nunca se cierren. No queremos que se destruya el vínculo con su casa, con su huerto, con las cosas que les hacen felices. Casi todos los que están en el centro residencial, han pasado por el centro de día”, añade Constancio.

Anciana jugandoFoto: Amigos de Pescueza.

Para el presidente de la asociación el éxito de la iniciativa tiene que ver con el hecho de que surge de la propia comunidad, que fueran los vecinos y vecinas los que se implicaron desde el principio. “Es una concepción del servicio más adaptado a la realidad, a lo que piden los mayores, a lo que necesitan de verdad. Al ser nosotros mismos los que nos cuidamos a nosotros mismos y a nuestras familias, todo lo que hacemos busca cubrir una necesidad real”, explica. Pero, también insiste en que nada hubiera sido posible sin el apoyo incondicional y desde el inicio por parte del Ayuntamiento de Pescueza, de la Diputación de Cáceres y de la Junta de Extremadura. “Siempre vamos de la mano porque la preocupación es la misma para ambos, es nuestro pueblo y son nuestras familias. La canalización de la financiación, la estatal y la de la Junta de Extremadura, es siempre a través del Ayuntamiento, no podría ser de otra manera y el consistorio es el que ha afrontado la inversión para crear la residencia, que recientemente ha abierto seis nuevas habitaciones”, apunta.

La gestión de la residencia es privada, aunque las decisiones sobre cómo se materializan los cuidados parten de los propios mayores y de la asociación, que hoy cuenta con alrededor de 120 miembros que participan de forma voluntaria. En la residencia trabajan en torno a 10 personas, algunas empadronadas en el pueblo y otras de localidades cercanas. “La realidad es que no creamos el proyecto para atraer gente nueva sino para evitar que la población de siempre tuviera que irse”, matiza Constancio. Pero lo cierto es que hoy corretean por el pueblo en torno a 13 niños y niñas y hay más familias asentadas en la localidad que hace unos años.

“Le hemos dado importancia a las cosas más pequeñas, a lo que las personas mayores realmente le dan importancia en sus vidas” . Constancio Rodríguez. Presidente de la Asociación Amigos de Pescueza.

Preguntado por el éxito del proyecto, Constancio se mantiene prudente: “Nosotros queríamos demostrar que hay otra forma de cuidar y que sí se pueden hacer cosas para que la gente permanezca en su entorno y, aunque más difícil, también en sus casas. No implica más coste que una persona siga comiendo en su casa, que se le lleve la comida en lugar de dársela en un centro, es más una cuestión de actitud. Nos gusta mucho decir que el éxito de nuestro proyecto es que le hemos dado importancia a las cosas más pequeñas, a lo que las personas mayores realmente le dan importancia en sus vidas”.

Alella, colocar los cuidados en el centro de la convivencia

No todos los pueblos y municipios pequeños viven la misma realidad, que muchas veces depende del lugar donde se encuentran. Mientras que los pueblos del interior de la península pierden población, los más cercanos a la costa o a las grandes urbes, ganan residentes.

Anciana y su cuidadora viendo el paisajeFoto: Alella, poble cuidador.

Con cerca de 10.000 habitantes, Alella es un pueblo grande situado en la comarca del Maresme y dentro de la provincia de Barcelona, que desde hace casi un año y medio cuenta con un innovador proyecto, “Alella, poble cuidador”, con el que quieren situar los cuidados en el centro de la convivencia y así generar una mayor cohesión social.

Se trata de una iniciativa comunitaria, construida entre vecinas y Ayuntamiento, para hacer que todas las personas del pueblo, especialmente aquellas que padecen soledad, sufren una enfermedad crónica o se encuentran en el final de la vida, puedan sentirse acompañadas y cuidadas”, resume Alex Prats, impulsor del proyecto y una de las personas implicadas en que siga adelante. La iniciativa, que une la necesidad de ser cuidados y la voluntad de cuidar, se coordina a través de la suma de personas voluntarias y un modelo de intervención comunitaria que no solo se enfoca en el cuidado, sino también en la capacitación, educación y sensibilización.

“Después de uno de los talleres sobre duelo en un cole, la madre de un alumno de primaria y me explicó que, a raíz de la charla, su hijo pudo hablar en clase sobre la muerte de su abuelo durante la pandemia”. Alex Prats.

Entre las actividades que desarrollan hay encuentros en grupo de personas en luto y de personas cuidadoras; formación de personas profesionales y cuidadoras; soporte para la elaboración del documento de voluntades anticipadas; intercambio de material ortopédico y sanitario; apoyo para la organización de ceremonias de despedida; encuentros musicales intergeneracionales y conferencias teatralizadas. También el duelo, frente a la muerte pero también frente a la enfermedad, ocupa un lugar protagonista. “Después de uno de los talleres sobre duelo que hicimos en un cole, me encontré con la madre de un alumno de primaria y me explicó que, a raíz de la charla, su hijo pudo hablar en clase sobre la muerte de su abuelo durante la pandemia y que sentía que estaba mucho mejor después de hacerlo”, comenta Alex.

Dos hombres tomando un café en una terraza de un puebloFoto: Alella, poble cuidador.

Todas las actividades están organizadas a través de 24 personas voluntarias que proceden de los distintos ámbitos de intervención. “Además de personas de la asociación que creamos en torno a la iniciativa, hay voluntarias de los colegios cuidadores, hay personas del ámbito sociosanitario, trabajadoras de las residencias de mayores y contamos con un comité de comunicación”, explica Alex. De momento cuentan con el apoyo y financiación del Ayuntamiento y de entidades privadas, pero tienen muy claro que quieren que ‘Alella, poble cuidador’ alcance una sostenibilidad financiera más allá de la colaboración estrecha con las instituciones municipales. “Elaboramos un manifiesto al que se unieron todos los grupos municipales y al que se puede adherir cualquier persona a través de nuestra plataforma, donde, además, todo el mundo se puede hacer socio o voluntario para acompañar a personas o para cualquiera de las actividades que proponemos”, añade.

En la web comparten también los Ocho Principios Comunitarios del cuidado y el acompañamiento, inspirados en el 'Modelo de Preservación de la Dignidad', de Max Harvey Chochinov, que representan la respuesta comunitaria a una pregunta fundamental: “Si tuvieras una enfermedad crónica o avanzada, ¿qué es lo que te ayudaría a sentirte bien cuidado y acompañado, o bien cuidada y acompañada?”.

Alella, poble cuidador nació también con la intención de que se replique en otros municipios y pueda crecer así la red de pueblos cuidadores. “Hemos sistematizado todos los procesos, hay mucho trabajo hecho, muchos documentos y mucho conocimiento adquirido, que se puede aprovechar en otras localidades”.

Si conoces otros proyectos de cuidados en el ámbito rural compártelos dejando un comentario en nuestras redes sociales. Como dicen en Alella, el ejemplo de un pueblo cuidador puede ser la inspiración para otros.

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